Rituales Itinerantes en el Espacio Público: Performance y Apropiación Territorial en Guayaquil

Sin permisos municipales, con una maleta cargada de elementos escénicos y la determinación de llevar el arte fuera de los espacios privilegiados, "Rituales Itinerantes: Performance y Territorio" intervino las plazas Garibaldi y La Merced del centro histórico de Guayaquil, culminando en una pileta hasta ser expulsados por un guardia municipal, y posteriormente el parque Stella Maris en el Guasmo Sur, donde un vendedor de granizados, una mototaxi y un cachorro callejero se integraron espontáneamente a la performance. Estas intervenciones revelan cómo la práctica performática puede funcionar como micropolítica del cuidado que disputa el sentido del espacio público, transformando lo cotidiano en materia escénica mientras plantea una pregunta fundamental: ¿qué lugar puede ocupar hoy la performatividad entendida como ritual cuando irrumpe las formas convencionales de producción escénica para proponer otras formas de presencia, afectación y transformación de la realidad?

Jean Correa

8/13/2025

Una Reflexión sobre la Intervención Escénica como Acto de Resistencia Cultural

La intervención del espacio público a través de la performance constituye un acto simultaneámente estético y político que desafía las lógicas convencionales de producción escénica. "Rituales Itinerantes: Performance y Territorio", obra colaborativa entre Jean Correa y Darla Alarcón, se materializó en dos contextos específicos de Guayaquil que revelan las tensiones y potencialidades de la práctica performática como herramienta de reapropiación social: el centro histórico (plazas Garibaldi y La Merced) durante el Festival Pachas, y el parque Stella Maris en el Guasmo Sur durante ENTEPOLA 2025.

Metodología de la Intervención: Entre la Preparación y la Contingencia

El proceso creativo de "Rituales Itinerantes" integró una metodología híbrida que combinó preparación técnica rigurosa con apertura a la contingencia del espacio público. Las mesas de trabajo previas definieron una partitura de movimiento estructurada por elementos escénicos específicos: red de pescar, tronco, palo de lluvia, saco con hojas de eucalipto y manzanilla, vasija de barro. La temporalidad del performance quedó articulada a través de pistas de audio creadas mediante samples, sintetizadores y livecoding, permitiendo variaciones según el contexto.

La preparación corporal incluyó entrenamientos en Contact Improvisation y danza contemporánea, mientras que los ensayos generales en las plazas Garibaldi y La Merced para el Festival Pachas revelaron la importancia del reconocimiento territorial previo. Para ENTEPOLA, la decisión de no limitarse al escenario convencional y privilegiar la arquitectura del parque evidenció una comprensión de la performance como práctica situada que dialoga con las especificidades del territorio.

El Centro Histórico: Memoria y Transgresión

La intervención en las plazas Garibaldi y La Merced operó como un tránsito simbólico por el centro histórico de Guayaquil, espacio cargado de memoria colonial pero también de dinámicas comerciales y sociales contemporáneas. Sin permisos municipales, la obra se desplegó desde Casa Villena —espacio de preparación y encuentro— hasta culminar en la intervención de la pileta de la plaza, acto que resultó en la expulsión por parte de un guardia municipal.

Esta transgresión no constituyó un acto arbitrario sino una decisión estético-política consciente. Como señala Darla Alarcón, recuperar el espacio público como "lugar de afectación, de escucha y de reapropiación social" implica disputar territorios que han sido instrumentalizados por lógicas de control urbano. La intervención de la pileta representó, en este sentido, un gesto de apropiación simbólica que reveló las tensiones entre el derecho a la ciudad y las regulaciones que limitan su uso creativo.

El reconocimiento del espacio permitió también encuentros inesperados. Durante los ensayos, el compartir el territorio con predicadores evangélicos evidenció cómo el espacio público funciona como escenario de múltiples performatividades simultáneas, donde lo sagrado y lo artístico coexisten sin necesariamente excluirse.

El Guasmo Sur: Arte, Marginalidad y Resistencia

La intervención en el parque Stella Maris, ubicado en una zona caracterizada por la violencia estructural y el abandono estatal, planteó desafíos y revelaciones diferentes. Aquí, la performance se encontró con la cotidianidad de los sectores populares: un vendedor de granizados, una mototaxi que transitaba por el parque, un cachorro callejero que se integró espontáneamente al performance.

Estos elementos no fueron obstáculos sino componentes activos de la obra, revelando cómo la performance en espacios marginalizados puede generar "imágenes poéticas" (Sánchez, 2011) que emergen del encuentro entre lo planificado y lo contingente. El "privilegio de acariciar un perro en escena" condensó una experiencia estética-afectiva que solo es posible en la intersección entre arte y vida cotidiana.

La ausencia de camerinos convencionales —suplida por un antiguo baño del parque— y la decisión de trasladar la acción del escenario montado hacia el centro del parque evidenciaron una comprensión de la performance como práctica que debe adaptarse a las condiciones materiales del territorio, transformando las limitaciones en potencialidades creativas.

El Ritual del Reconocimiento: Geografías de la Memoria

Un elemento transversal en ambas intervenciones fue el momento ritual del paneo de 360 grados con la quena, gesto que condensó una poética del reconocimiento territorial. En la plaza Garibaldi, este gesto capturó "el sol radiante de Guayaquil de las 5 de la tarde, sus edificios bañados por el dorado del sol, la brisa de la ría". En el Guasmo Sur, el mismo ritual reveló "la cotidianidad de los barrios marginales, el comercio informal, niños y jóvenes en bicicletas, motos".

Este momento performático funciona como dispositivo de memoria que, siguiendo a Diana Taylor (2015), opera como repertorio corporal que transmite conocimiento a través de la presencia. El gesto de "guardar en la memoria" el territorio a través del cuerpo en movimiento constituye una forma de archivo viviente que documenta las geografías emocionales y políticas de la ciudad.

Performance como Micropolítica del Cuidado

La experiencia en ambos contextos reveló cómo la performance puede funcionar como "micropolítica de la existencia" que visibiliza formas de habitar y sobrevivir desde los márgenes. El uso del saco de yute como "abrigo y metáfora del cuerpo que acompaña en la intemperie" resignificó la presencia de vendedores ambulantes y personas en situación de calle, no desde la representación sino desde el reconocimiento.

La distribución de flores de manzanilla al público y la búsqueda activa de retroalimentación evidenciaron una comprensión de la performance como práctica dialógica que no se agota en la contemplación sino que busca generar afectación mutua. Las respuestas positivas del público sugieren que existe una receptividad hacia formas artísticas que no reproducen la distancia tradicional entre escena y vida cotidiana.

Democratización del Arte y Resistencia Cultural

La decisión de "llevar el arte fuera de los lugares y personas privilegiadas" responde a una comprensión política del quehacer artístico como herramienta de democratización cultural. En el contexto del anuncio gubernamental de eliminación de la autonomía del Ministerio de Cultura, estas intervenciones adquieren particular relevancia como formas de resistencia cultural autogestiva.

La pregunta planteada por Alarcón —"¿Qué lugar puede ocupar hoy la performatividad entendida como ritual en el contexto ecuatoriano, cuando irrumpe las formas convencionales de producción escénica y propone otras formas de presencia, de afectación y de transformación de la realidad?"— encuentra en estas experiencias una respuesta práctica: el ritual performático puede funcionar como contrahegemonía que disputa el sentido del espacio público y propone formas alternativas de producción artística.

Conclusiones: Hacia una Poética de la Presencia Situada

Las intervenciones en Guayaquil revelan que la performance en espacio público trasciende la mera ocupación territorial para constituirse en práctica de reconocimiento mutuo entre arte, comunidad y territorio. Los "Rituales Itinerantes" operan como dispositivos de memoria que activan la capacidad transformadora del espacio común, revelando cómo lo cotidiano puede convertirse en materia escénica sin perder su dimensión política.

La experiencia confirma que la performance situada no evade el conflicto —como evidenció la expulsión de la pileta— sino que lo convierte en parte constitutiva de la obra. En este sentido, las "geometrías vivas" se materializan no solo en los cuerpos que danzan sino en las tensiones que emergen del encuentro entre arte institucional e insurgencia creativa, entre regulación urbana y apropiación simbólica, entre espectáculo y ritual.