Rituales Itinerantes: Performance y Territorio
Darla Alarcón
6/18/2025


Reflexiones sobre “Geometrías Vivas: Improvisaciones y espacios públicos” y “Conjurando a U-miña”, dos propuestas escénicas rituales que se entrelazan y dialogan mediante la activación del espacio público, dando lugar a Rituales Itinerantes: Performance y Territorio.
Ambas propuestas se configuran como prácticas artísticas vivas que transforman el espacio público en un escenario simbólico, abierto al tránsito, la improvisación y la conexión con lo ancestral y lo contemporáneo. “Geometrías Vivas” propone un recorrido corporal y espacial que investiga las formas de habitar el entorno urbano desde el movimiento, la geometría y la escucha activa, mientras que “Conjurando a U-miña” invoca lo ritual y lo mítico, tejiendo un puente entre memoria, territorio y acción colectiva.
El cruce entre ambas experiencias performativas abre un campo de resonancia donde lo escénico se convierte en un acto de presencia y reconfiguración del espacio común. Por ende, al activar plazas, calles y esquinas como escenarios rituales, estas performances no solo ocupan el territorio, sino que lo interpelan y lo transforman, generando nuevas formas de relación entre cuerpos, memorias y paisajes urbanos.
¿Cómo nace Rituales Itinerantes: Performance y Territorio?
Jean Correa y Darla Alarcón, desde sus trayectorias artísticas individuales, han explorado temas como la memoria, lo ancestral y lo mítico. Al reconocer afinidades creativas en sus procesos, comenzaron a compartir hallazgos, errores y aciertos de sus respectivas propuestas. Esta colaboración espontánea, nacida desde lo anecdótico y personal, dio lugar a un cruce de conocimientos que funcionó como un bricolaje escénico.
A partir de ese intercambio, surgió la necesidad de afinar y transformar sus piezas unipersonales, permitiendo que dialogaran entre sí. Así, los rituales previamente investigados en cada trabajo cobraron nueva vida en una obra conjunta, donde las escenas se reconfiguran como territorios comunes de búsqueda, resonancia y transformación.
El trabajo con la autoficción desarrollado por Darla Alarcón, comenzaron a surgir posibilidades de conexión con el universo documental de Jean Correa. Ambos artistas se propusieron explorar cómo entrelazar sus presencias escénicas femenina y masculina dentro de un mismo lenguaje simbólico, y cómo articular sus objetos personales, entendidos como cuerpos vivos que danzan, narran y sostienen una dramaturgia ritual.
En este diálogo creativo, se preguntaron cómo esos cuerpos-objetos podían activar narrativas que evoquen lo sagrado desde lo cotidiano, recuperando gestos y acciones que emergen de los propios transeúntes y del habitar compartido del espacio público. Buscando siempre esta noción de re-memorar aquello que atraviesa y compone a los sujetos, una historia común, marcada por una cultura en tránsito que, aun desde lo inconsciente, continúa cargada de memoria, símbolos y resonancias.
Por su parte, Jean Correa, desde su mirada de creador y su práctica in-situ, ha trabajado el concepto de senti-pensar como una estrategia metodológica para resignificar la forma en que habitamos los espacios. Esta perspectiva le ha permitido recuperar otros modos de estar, donde lo mitológico y lo cotidiano se manifiestan como órganos móviles, vivos, en constante transformación.
Desde esta aproximación, el artista propone un juego escénico con los cuerpos presentes en el espacio público, reconociéndolos como portadores de discursos locales y de huellas históricas. Estos cuerpos permiten abrir un campo de intercambio y entrelazamiento de diferencias, lo que otorga a la obra una flexibilidad narrativa capaz de adaptarse y dialogar con su entorno.
En este marco, la propuesta escénica adquiere una amplitud que no solo reconoce el contexto decolonial y de violencia en el que se inscribe, sino que también busca transformarlo. Así, se generan vínculos con la comunidad y se activan herramientas de reexistencia y micropolíticas del cuidado, entendiendo el acto de habitar el espacio público como un gesto de reconocimiento mutuo y de resistencia poética.
Desde las nociones de autoficción, la presencia de cuerpos no humanos como órganos vitales en escena y una escucha sensible del entorno, Jean Correa y Darla Alarcón desarrollaron una exploración situada en las plazas Garibaldi y La Merced, en Guayaquil, Ecuador. A partir de una observación atenta de estos espacios, comenzaron a asociar el contexto urbano de Guayaquil con elementos identitarios que lo atraviesan: su sonoridad, el río Guayas, el comercio local y el movimiento constante de su gente.
En este proceso, la obra de danza de Darla inspirada inicialmente en su historia personal vinculada a la ciudad de Manta y a los pescadores encontró nuevas posibilidades de lectura al entramarse con la realidad de Guayaquil. Aunque el punto de partida era Manta, la figura del pescador, la red, el pescado y la vasija adquirieron nuevos significados al conectarse con las prácticas de recolección de camarones en el río Guayas. Esta actividad, también asociada al sustento económico y alimenticio de muchas familias, permitió una expansión simbólica del discurso, reforzando la vigencia de prácticas artesanales de subsistencia en los entornos naturales. Así, los objetos escénicos se cargan de historia y función, revelando cómo la materialidad cotidiana sostiene narrativas comunes entre territorios distintos pero resonantes.
En el caso de Jean, su obra se orienta hacia la activación del entorno a través de elementos naturales y sonoros. La elección de intervenir las plazas mencionadas responde a la intención de recuperar su potencial poético y simbólico. A través del uso de flores, hojas secas y el sonido ancestral de la quena, busca revelar otra dimensión de Guayaquil: una ciudad marcada por el caos urbano, pero que conserva, en rincones como estas plazas, fragmentos de memoria, naturaleza y resistencia.
La propuesta de Correa resignifica la presencia de los vendedores ambulantes y personas en situación de calle que habitan estos espacios. Su uso del saco de yute elemento que en escena actúa como abrigo y metáfora del cuerpo que acompaña en la intemperie pone en valor la cotidianidad de quienes, desde los márgenes, tejen formas de habitar y sobrevivir. En este gesto, se plantea una mirada sensible hacia las micropolíticas de la existencia, en donde lo público se convierte en lugar de reconocimiento, memoria y transformación.
Finalmente, este proceso de encuentro, intercambio y remontaje entre las prácticas de Darla Alarcón y Jean Correa no solo propició una obra colaborativa con una metodología situada, sensible y decolonial, sino que también abrió un campo fértil para la reflexión crítica en torno al quehacer escénico contemporáneo. La obra Rituales Itinerantes: Performance y Territorio propone una forma de hacer que se aleja de la lógica del espectáculo para inscribirse en lo cotidiano, en lo relacional y en lo efímero, activando espacios no convencionales y desplazando los límites entre arte, vida y política. En ese marco, surge una pregunta fundamental que articula la dimensión investigativa de este proyecto: ¿Qué lugar puede ocupar hoy la performatividad entendida como ritual en el contexto ecuatoriano, cuando irrumpe las formas convencionales de producción escénica y propone otras formas de presencia, de afectación y de transformación de la realidad?